A MODO DE PLAN JABA
Por: Pastor Batista
Me gustaría comenzar como suelen hacerlo algunos periodistas y escritores cuando van a referirse a esos “tipos” excepcionales, “duros de verdad”: A José Antonio (Machete o El Muerto) Fulgueiras lo conocí una mellada tarde del extinto año 1984, cuando cerreros todavía –él y yo- no tuvimos otra alternativa más verde que domesticarnos un poco durante un excelente curso de superación periodístico-militar en la capital del país. ... y confieso que, aunque luego he chocado con decenas de “ejemplares” que pudieran hacerle cierta resistencia sobre el ring (José Alejandro Rodríguez, Orfilito Peláez, Alexis Rojas Aguilera...) aún no he visto en todo lo largo, ancho, alto y profundo de nuestro sector a un cristiano más proclive que él a determinados percances. Por razones de espacio me veo obligado a obviar anécdotas como la ocurrida aquella noche en que, “de bote en bote” el estadio Sandino (de Santa Clara), el árbitro suspendió drásticamente el juego para expulsar del terreno a aquel “inoportuno” periodista (Fulgueiras). ¡Pues no va! -dijo este, parado en tres y dos, convencido de que todo no era más que una necia arbitra-riedad del otro ante la argumentada crítica hecha por él días antes, acerca del mal arbitraje. Lo curioso, en cambio, no fue que a la postre Machete tuvo que irse, sino la forma en que miles de aficionados, de pie, coreaban a una sola voz ¡Ful-guei-ras, Ful-guei-ras...! mientras él, agitando la derecha como todo un campeón, saludaba a la enardecida multitud. Tampoco pretendo particularizar en la pésima memoria que tiene (o mejor dicho: que no tiene), “gracias” a la cual hace muchos años, la que hasta ese momento era su esposa le pidió el divorcio, por el “simple” hecho de que estando en el cine de Sagua la Grande él se paró un instante a tomar agua, vio a un amigo, este lo invitó dar una vuelta y se largaron, mientras la desdichada mujer se disparaba dos veces aquel largometraje de la cinematografía “bola”, esperando a que su boludo esposo retornara del bebedero. Mucho menos pienso hablar de su mala suerte. Basta con que usted imagine la cara que puede poner el más flemático de los cubanos si al llegar a las mismísimas ancas de África, animado por el deseo de cumplir una misión periodística (y quien sabe si hasta descansar un poco de los celos hogareños) sale de la habitación donde acaban de alojarlo y ¡Zas! tropieza nada más y nada menos que con... ¡La suegra! Obviaré también la “especializada” disertación que, en mi presencia, le ofreció a un Chef de alta cocina, acerca de una receta patentada por un cocinero villaclareño, basada en la cocción de la mazorca de maíz virgen, desnuda, en posición “bien erecta” y con sumo cuidado para no dañarle el encanto de “los pelos”... plato inscripto en los anales del arte culinario local como “La Reina Despeinada”. Y qué decir de la “guayaba” que estuvo a punto de digerir aquel “tronco de especialista en aviación” ante la naturalidad y el lujo de detalles con que nuestro amigo le relataba el irrepetible caso de un piloto que, planeando el aparato en las alturas, quitó la averiada hélice y en su lugar atornilló las aspas de un ventilador que venía como mercancía dentro del avión. Tampoco me pidan que relate la tarde en que, loco por tomarse una jarra de cerveza, llegó con su novia a un área de venta justo cuando uno de esos tipos “psiquiátricos” al deporte vociferaba rabioso a toda voz entre un grupo de aficionados: “¿Fulgueiras? ese tipo lo que es un M... Si lo cojo lo voy a castrar”...Y fue suficiente para que al aludido se le encogieran los “tejidos” y le susurrase a su pareja: ¡Qué raro: se me acaban de quitar las ganas de tomar cerveza, Vamos! Eludidos, en fin, esos y otros momentos -que quizás alguien pueda compilar en dos o tres tomos- les ruego soporten ahora apenas tres de las más insignificantes anécdotas en torno a ese excelente cronista villaclareño, que un día bajó del poste telefónico y tras sentir el corrientazo del periodismo colgó –para provecho de millones de lectores- los pinchos, el casco, la pinza y la faja de castidad... Perdón quise decir de seguridad. ASESINADO CARDENAS Y DETENIDO FULGUEIRAS Cuando el compañero encargado de cerrar la edición esa noche (NOMBRE Y APELLIDOS) disparó el quincuagésimo bostezo aguardando por la esperada información, apareció por fin Fulgueiras, sofocado y con cara de pocos aficionados. Durante el cartel, correspondiente al Torneo Giraldo Córdova Cardín in Memoriam, que se celebraba allí, un deficiente trabajo de jueces y árbitros había despojado de la victoria al batallador púgil _____Cárdenas. Soberbio ante la abusiva decisión, Machete había escrito una ardorosa información, con cuyo espacio y título inicialmente no estuvo muy de acuerdo el compañero encargado del cierre. - Mira chico -dijo entonces Fulgueiras- lo de ese muchacho es una hazaña. ¿Tú sabes dónde tiene a su pequeña hija, eh?: ingresada en el hospital, y así mismo fue a pelear, le dio una soberana paliza a su rival, estuvo todo el tiempo arriba y al final le quitaron la pelea... - ¡Pues si es así, esto se va con un cintillo, de extremo a extremo! -decidió el otro, ante el cuerdazo. Y no se habló más del asunto. Al amanecer, cuando circulaban los primeros ejemplares de Vanguardia y un extraño rumor empezó a escurrirse por la ciudad, dos desconocidos les dieron el de pie al soñoliento periodista y lo llevaron hasta la Unidad para aclarar algo relacionado con la información, en particular con aquel título que, para hacer más curioso el caso, quedaba intacto a la lectura, tras el habitual doblez que los vendedores suelen hacerle al periódico. Posiblemente en la historia del periodismo deportivo no haya otro titular más sugerente, conciso, atractivo y original que aquel. Decía textualmente así: ASESINADO CARDENAS EN EL PORTAL DE SU CASA El término ASESINADO, aludía al injusto veredicto; CARDENAS era el apellido del boxeador, y EN EL PORTAL DE SU CASA porque la pelea había tenido lugar en su propia tierra: Villa Clara. ... sólo que, tal vez con el apuro del cierre, nuestro sagaz colega olvidó un “insignificante detalle”: el Primer Secretario del Partido en la provincia en esos momentos llevaba el mismo apellido del boxeador: Cárdenas. LA MUTACION DEL BURRO PERICO Tener talento y saber usar los recursos no siempre premia. Si aquel día Fulgueiras se hubiera limitado a afirmar del modo más cursi y plano posible que comparar a Javier Méndez con Víctor Mesa era un garrafal disparate, tal vez las cosas no habrían remontado tan ásperas dimensiones. Pero, diestro con la tecla al fin, Machete insertó a guisa de símil una de esas anécdotas que suele halar a punta de cordel desde las mansas aguas de sus vivencias. Según él, situar al jardinero capitalino a la altura de “El hombre show villaclareño” era como comparar al autor de la escultura del Burro Perico (situada en esa ciudad) con Miguel Angel Buonarotti. Y para darle más rigor a su punto de vista citó a la niña que parada frente a la obra le dijo a su padre: “Ay papito, qué conejo tan lindo”, a lo que aquel respondió: “No mi amor, ese no es un conejo, sino el Burro Perico”. Infeliz párrafo. Inoportuna analogía. Buena, regular o mala, aquella obra había sido especialmente concebida, diseñada y presentada por Artiles, un joven trabajador de Planta Mecánica, para demostrar sus aptitudes en el campo de la escultura y optar por el ingreso a la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Eso es: algo así como su trabajo de diploma, o la carta con que se jugaba “el burro por el todo”. A la luz de estos días algunos especialistas especulan que todo habría permanecido tranquilo de no ser por el cuerdazo que (algún, o quizás algunos jodedores) le dieron al novel artista, quien sintiéndose muy agraviado buscó una buena mocha, la despalmó hasta el mismísimo cabo y partió hacia el periódico Vanguardia, decidido a cortarle algo más que la lengua y los dedos de teclear al insolente redactor. Horrorizados de sólo imaginar que Fulgueiras pudiera hacerle “honor” a su fúnebre mote (El Muerto), tasajeado por la guámpara de aquel individuo, periodistas, fotógrafos, diseñadores, choferes y hasta vigilantes nocturnos activaron el sistema de aviso previsto para casos de catástrofe. - ¿De modo que ese sujeto me busca mocha en mano? –preguntó la presunta víctima. ¡Anja! –respondieron los informantes. Fulgueira no dijo nada. Se ajustó los espejuelos, entró al cuarto y salió al instante con un bate de aluminio, testigo de sus más escandalosos jonrones (y ponches)... El duelo a muerte podía ocurrir en cualquier instante. En medio de tal tensión transcurrieron semanas. Cuentan que nuestro amigo se adaptó tanto al bate que al escribir no le bajaba la musa si no era con el implemento bien parado entre las piernas, para comer se lo situaba como un termómetro debajo del brazo, en las reuniones lo acomodaba junto a la agenda de notas, si iba al baño por los motivos fisiológicos lo recostaba a la taza, y antes de acostarse lo ponía a modo de almohada. Cierta noche, obstinado ya de tanta incertidumbre y un poco más relajado gracias a unas “laguers” que alguien debe haberle pagado, se plantó en medio de la calle y en un arrebato de cólera comenzó a gritar esgrimiendo el bate, al estilo Shaolín: ¡Artiles acaba de salir, no te escondas más, ven hasta aquí si eres hombre, que te estoy esperandooooo! Pasó mucho tiempo hasta el encuentro de ambos rivales. Olfateáronse –sin bate ni mocha ya- como un par de caninos. No hubo ladridos ni mordidas. Por el contrario, apareció una cautelosa sonrisa a lo “género oeste”, luego un par de pasos, quizás dos palmadas en el hombro y una carcajada... Han pasado años y desde entonces el resentido escultor lleva siempre consigo -y le muestra con orgullo a sus amigos- el recorte de aquel trabajo, que de un plumazo convirtió en conejo a su Burro Perico, y a él en la estampa viva del más sacrificado machetero multimillonario. AL CALABOZO Todo comenzó por la infeliz reacción de Fulgueiras. - ¿Y quién, hip, le dijo a usted, que yo, hip, pasé por el, hip, Punto de Control? El oficial de tránsito no preguntó nada más. Era suficiente para saber por qué el motorista no había reducido la velocidad en el reglamentario punto y ni siquiera había visto las advertencias de las autoridades. Pero la verdadera complicación ocurrió en el hospital. Mascullando injurias antialcohólicas de no muy buen gusto, por fin apareció el médico que debía realizar la prueba etílica y, molesto porque había tenido que dejar de ver la televisión, le dijo de mala gana al detenido: “A ver, ponte una mano en la cabeza, la otra en la cadera y camina por ahí”. Contando hasta diez para no mandar lejos a aquel sujeto, Machete empezó a caminar por la estrecha viga, tratando de lograr el máximo equilibrio, pero medio acomplejado por la “femenina” cadencia que le provocaba aquella posición, se echó a un lado y le indicó al ofensivo médico: ¿y por qué no vienes y lo haces tú para ver como mueves las caderas, eh? No hizo falta más: prescripción que usted conoce, dosis de alcohol capaz de liquidar a una manada de elefantes, firma sobre el papel para que no quedaran dudas, y que las tenazas de la ley te aprieten bien los... delitos cometidos. - Déjame eso a mí –lo calmó unas semanas después el abogado que lo defendería durante el juicio. Ocúpate tú de reconocer que no debiste ingerir bebidas alcohólicas, que tú eres un profesional bien informado, que pudiste atropellar a un ciudadano, etc, etc, etc. En estos casos esa posición ayuda mucho. De lo demás me encargo yo. - Sí su señoría –comenzó diciendo Machete cuando en la vista oral le concedieron la palabra- en primer lugar he de decirle que en verdad yo cometí un error cuya responsabilidad reconozco y asumo; yo soy un profesional formado por este país, y como tal no solo estoy agradecido sino también muy informado... Esa tarde no debí ingerir bebidas para luego conducir, pues pude provocar un lamentable accidente, ¿verdad? Y viendo que los integrantes del tribunal movían afirmativamente la cabeza, Fulgueiras le subió la parada a su Harakiri agregando: “...porque quien sabe si hasta pude haber matado a un escolar y llenar de luto a una familia.” - Me basta, Señor Presidente –exclamó una voz. “Soy una bestia” –pensó Machete respirando satisfecho de su encendido y cronicado verbo. Desde su asiento el abogado le hizo una señal de triunfo con el dedo pulgar. Entonces hasta los oídos del enjuiciado llegó clarito clarito el fallo: - ¡Seis meses de privación de libertad! - ¡Pero cómo va a ser eso! –atinó a expresar el Fulgue. Y de nuevo la misma voz: ¡¡¡Seis Meses!!! Epílogo: · Informado de los detalles por intermedio de una amiga de Machete (cuando apenas faltaban unos días para que se iniciara la sentencia), un jurista llamado Juan Escalona Reguera montó en cólera ante aquel “fallido fallo”.· Fulgueira no fue citado nunca más para nada relacionado con el caso.· El veterinario –o sea: el médico- que reportó la exagerada dosis de alcohol en vena, cabeza, tronco y extremidades, se quedó con las ganitas de ver al redactor de Vanguardia metido en un overol amarillo y pintando cebras, contenes y líneas discontinuas en Villa Clara.· Desde entonces Machete no se ha vuelto a hacer una autocrítica, ni en el seno del equipo de softbol.
5 comentarios
Scuptchicspap -
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Using GSpot, i compared the codec's of each.
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Video - DX50: DivX 5.x/6.x
Audio - 0x0050 MPEG-1 Layer 2
Files I have and format I don't want:
Video - MPEG2: MPEG-2
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alexis rojas aguilera -